Hans Christian Andersen

viernes, 18 de abril de 2014

El músico prodigioso - Hermanos Griim



Había una vez un músico prodigioso que vagaba solito por el bosque dándole vueltas a la cabeza. Cuando ya no supo en qué más pensar, dijo para sus adentros: "En la selva se me hará largo el tiempo, y me aburriré; tendría que buscarme un buen compañero." Descolgó el violín que llevaba suspendido del hombro y se puso a rascarlo, haciendo resonar sus notas entre los árboles. A poco se presentó el lobo, saliendo de la maleza. "¡Ay! Es un lobo el que viene. No es de mi gusto ese compañero," pensó el músico. Pero el lobo se le acercó y le dijo: "Hola, músico, ¡qué bien tocas! Me gustaría aprender." - "Pues no te será difícil," respondióle el violinista, "si haces todo lo que yo te diga." - "Sí, músico," asintió el lobo, "te obedeceré como un discípulo a su maestro." El músico le indicó que lo siguiera, y, tras andar un rato, llegaron junto a un viejo roble, hueco y hendido por la mitad. "Mira," dijo el músico, "si quieres aprender a tocar el violín, mete las patas delanteras en esta hendidura." Obedeció el lobo, y el hombre, cogiendo rápidamente una piedra y haciéndola servir de cuña, aprisionó las patas del animal tan fuertemente, que éste quedó apresado, sin poder soltarse. "Ahora aguárdame hasta que vuelva," dijo el músico y prosiguió su camino.

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