Hans Christian Andersen

viernes, 4 de abril de 2014

Las aventuras de Tom Sawyer - Mark Twuain



¡Tom!
Silencio.
‑¡Tom!
Silencio.
‑¡Dónde andará metido ese chico!... ¡Tom!

La anciana se bajó los anteojos y miró, por encima, al­rededor del cuarto; después se los subió a la frente y miró por debajo. Rara vez o nunca miraba a través de los cristales a cosa de tan poca importancia como un chiquillo: eran aqué­llos los lentes de ceremonia, su mayor orgullo, construidos por ornato antes que para servicio, y no hubiera visto mejor mirando a través de un par de mantas. Se quedó un instante perpleja y dijo, no con cólera, pero lo bastante alto para que la oyeran los muebles:


No hay comentarios :

Publicar un comentario